ESCULTURAS DE LOS PUEBLOS ANTIGUOS

 

Escultura egipcia

Entre las esculturas egipcias más antiguas se cuenta un fragmento de pizarra tallado en bajorrelieve, conocido como La paleta del rey Narmer (3100 a.C, Museo de El Cairo), que rememora la victoria del Alto sobre el Bajo Egipto. En ella aparecen representados faraones, ejércitos, sirvientes y diversos animales. Los faraones fueron también motivo de representaciones conmemorativas con magníficas estatuas a tamaño natural, que se ubicaron en tumbas y templos funerarios. Estas esculturas no eran auténticos retratos sino representaciones idealizadas, con rasgos predeterminados y mirada al frente, siempre se les representaba en una pose frontal. El cuerpo recibía un tratamiento marcadamente geométrico, con hombros y pecho planos que recuerdan la forma de un triángulo invertido, como se aprecia en una escultura de diorita tallada del faraón Kefrén (c. 2530 a.C., Museo de El Cairo). Durante el reinado de Akenatón se alcanzó un mayor naturalismo, como puede apreciarse en el exquisito busto pintado en piedra caliza de la reina Nefertiti (c. 1365 a.C., Museo de Berlín).

Akenaton y Nefertiti

La estatua en piedra caliza policromada de Akenaton, soberano de Egipto durante el periodo Amarna (1365-1349 a.C.), y su esposa Nefertiti, muestra el interés del arte egipcio de este momento por el presente, más que por la otra vida o el más allá, creando un estilo escultórico más naturalista, que aunque mantiene la posición frontal no idealiza sus representaciones.

 

Escultura mesopotámica

El arte mesopotámico es producto de varias civilizaciones: la sumeria, la acadia, la babilónica y la asiria. Alrededor del 2600 a.C. los sumerios ya tallaban estatuillas de dioses en mármol, caracterizadas por sus ojos grandes y su mirada fija. Otros detalles como el pelo, la expresión facial, el cuerpo y el ropaje muestran un tratamiento esquemático y denotan que se prestaba poca atención al parecido con el modelo. Dichas características se mantienen en la escultura mesopotámica posterior. Las culturas de Mesopotamia también muestran una inclinación hacia la representación de animales fantásticos, maestría que ejecutaban con gran arte como puede verse en las entradas de los palacios y en los relieves realizados en las paredes durante el periodo asirio (1000 a.C.-612 d.C., existen ejemplos de ello en el Museo Británico de Londres y en el Museo Metropolitano de Nueva York).

Escultura egea y griega.

Dentro del arte egeo se incluye la escultura minoica, con sus estatuillas de diosas en terracota y marfil, y las obras micénicas, entre las que se cuentan tallas pequeñas de divinidades esculpidas en marfil. Los griegos, maestros de la escultura tanto en piedra como en bronce, crearon algunas de las piezas escultóricas más importantes de todos los tiempos. Entre los siglos VII y I a.C. alcanzaron la perfección en la representación de la figura humana a escala monumental. En el periodo más antiguo, el arcaico, las figuras eran rígidas y los cuerpos presentaban una esquematización geométrica, como en el arte egipcio. Sin embargo, en la época clásica, entre los siglos V y IV a.C., su arte se tornó más naturalista, buscando la perfección en la representación del cuerpo humano. Las figuras estaban bien proporcionadas y expresaban movimiento, aunque los rostros continuaban siendo estáticos. Los temas preferidos durante este periodo fueron los dioses y los atletas. Los escultores más famosos eran Fidias, Policleto, Praxíteles y Lisipo. Entre los grupos escultóricos realizados como decoración arquitectónica los más apreciados son los del Partenón de la Acrópolis de Atenas, como Las tres diosas (Museo Británico), cuyo ropaje arremolinado de manera rítmica, técnica denominada "de paños húmedos", se ciñe a sus cuerpos reclinados. Durante el periodo helenístico (siglos IV a I a.C.) aumenta la expresividad en las obras, como puede apreciarse en los gestos faciales y en la contorsión de las poses. La Victoria de Samotracia o Victoria alada (c.190 a.C., Louvre, París) es una obra maestra de gran dramatismo de este periodo.

Escultura etrusca y romana

Los etruscos, que habitaron la zona entre Florencia y Roma en Italia desde el siglo VIII hasta el III a.C., realizaron esculturas de sus dioses en terracota a tamaño natural, así como figuras humanas reclinadas sobre las tapas de los sarcófagos de terracota. También realizaron soberbios vaciados en bronce, como la Loba capitolina (c. 500 a.C., Museo del Capitolio, Roma), que se convirtió en el símbolo de Roma.

Los romanos fueron ávidos coleccionistas e imitadores de la escultura griega. Los historiadores modernos conocen los originales griegos perdidos gracias a las copias realizadas por ellos. La contribución característica de los romanos al arte de la escultura fue el retrato realista, en el que registraron hasta los detalles faciales menos atractivos. El sentido de la importancia de los hechos históricos que poseían los romanos queda reflejado en las esculturas exentas y en los relieves. Entre los monumentos conmemorativos de Roma se pueden citar el Arco de Tito (c. 818), la columna de Trajano (c. 106-113) y la estatua ecuestre de Marco Aurelio (c. 175). Ésta última se convirtió en prototipo de la mayoría de las esculturas ecuestres posteriores.

La Loba del Capitolio

Aunque la Loba del Capitolio (c. 500 a.C.) es realmente una escultura etrusca, está asociada al arte romano. Realizada en bronce, mide 85 cm, y es el símbolo de la ciudad de Roma. Los míticos Rómulo y Remo fueron salvados por la loba para que cumplieran su destino como fundadores de la ciudad. Las figuras de los niños fueron añadidas a la escultura etrusca en el renacimiento.